Lilly ¡Oh, que pérdida!
Por si no fuera bastante el horror del coronavirus y, las miles de muertes en el mundo – “están cayendo como moscas” dijo Jaime Bonillas—ahora la nación, los mexicanos debemos sufrir la pérdida de Lilly Téllez a la bancada de Morena en el Senado, el augusto recinto donde nuestros próceres dejan el alma y sufren por las penurias de nuestro pueblo.
Lamentable esta decisión y, más en estos momentos tan cruciales donde el ángel de la muerte, galopa implacable segando vidas a pasto: no tiene perdón la senadora.
No se vale, nos deja extrañando sus brillantes aportaciones en la tribuna, aquellas disquiciones escolásticas, basadas las mínimas, en lecturas como “La Columna de Hierro” sobre la vida de Marco Tulio Cicerón, “El abogado de Roma”.
Cómo olvidar cuando disertó sobre la diferencia entre la ley y el poder –¡que delicia! — una auténtica pieza oratoria digna del mejor de los tribunos romanos.
Nos ha dejado –sobre todo a los sonorenses—huérfanos de su sabiduría e inmensa cultura política, soñadores de que podría guiar nuestros destinos como gobernadora.
Orfandad total, tristeza a la par por esta terrible pérdida; de nuevo Sonora –antes fueron Jorge Díaz Serrano y Luis Donaldo Colosio—deberá llorar lo que pudo ser.
Que gran proyecto político se ha perdido por esta renuncia; lloremos juntos ciudadanos por tan terrible decisión de la “comunicadora”.
Aclaración: no renunció a su lujoso estatus ni a sus prebendas como “representante del pueblo”: aún no conozco a un puerco que suelte la mazorca.
¡Alea jacta est!.
con información de: www.semioticafactual.com
Post a Comment