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CARRUSEL: 1.- El mensaje de AMLO: Aquí no necesitamos ni a Dios 2.- Enmedio de la crisis lucran gandallas y muertos de hambre

López Obrador: no salió de donde mismo
López Obrador: No salió de donde mismo


Víctor Fausto Silva D.

Si usted esperaba que el presidente López Obrador moviera al menos medio milímetro el timón con el que conduce el barco, debido a la emergencia por el coronavirus y la crisis económica que ya está encima, seguramente se quedó con un palmo de narices.

El informe que rindió este domingo –ya no se sabe cuántos lleva, pero a este ritmo dará unos cien en el sexenio- apenas pudo diferenciarse de los multitudinarios que tanto le gustan en el Zócalo, por el hecho de que aquí estuvo prácticamente solo.

Y seguramente, apegarse a la llamada sana distancia fue contra toda su voluntad, porque a él lo que le encantan son las multitudes, los abrazos y los besos, pero en esencia el discurso siguió el mismo patrón que lo caracteriza: el del triunfalismo y la convicción de que así se caiga el mundo, su camino es el único y el correcto.

El país no sólo va de maravilla, sino que irá mejor todavía, con la promesa –que ni Trump se atreve a hacer- de que en menos que canta un gallo convocará a los mexicanos a intercambiar abrazos en las plazas públicas sin miedo alguno, para demostrarle al mundo que el nuestro es “un pueblo digno, feliz, fraterno y humano” gracias a su atinada conducción.

Pronto, muy pronto, porque esta crisis será transitoria, los mexicanos demostraremos al mundo nuestra gloria y grandeza. Como para que les dé envidia a los gringos, a los chinos o los alemanes, que presumen de vivir en potencias mundiales.

Aquellos que como los empresarios esperaban una convocatoria a sumar esfuerzos para enfrentar lo que se perfila como ooootra debacle económica, se quedaron y se quedarán esperando, porque el señor de Macuspana lo dejó muy clarito: de este bache México saldrá sólo gracias al gobierno. O sea, exclusivamente gracias a él.

Porque en síntesis, eso se traduce de su mensaje: lo que salvará al país son los programas asistencialistas y el empuje a la economía mediante la inversión gubernamental, aunque hasta eso que según él en una semana anunciará también un bonche de inversiones privadas, todo apalancado en los ejes de honestidad y austeridad republicana.

El suyo fue un generoso rosario de logros como para aplaudir a rabiar, con excepción de los burócratas de alto rango, a quienes ya les anunció otra rasurada: menos sueldo, cero aguinaldos y tijerazos a destajo en viáticos, compras y gastos administrativos, para que sientan y valoren lo que significa ser un siervo de la nación. ¡Bienaventurados ellos, que se entregan a la patria!

Obviamente, no podía dejar por fuera a sus adversarios conservadores y neoliberales choteándoles sus recetas, aunque casi al terminar su mensaje enseñó su ADN priista con aquél retintín que tanto nos repitieron sus infumables antecesores que hundieron al país: “Son más fuertes nuestras fortalezas que nuestras debilidades”.

Por su originalidad e impacto, la frase pudo haber provocado desmayos masivos en un evento de plazuela retacado de acarreados-voluntarios, pero en la soledad del informe de este domingo sonó a hueca, rancia y más-de-lo-mismo. Demagógica, dirían algunos, de no ser porque en este gobierno ya se desterró la demagogia.

Horas antes del informe presidencial, el presidente de la Coparmex, Gustavo de Hoyos Walther, tuvo boca de profeta cuando dijo que en estos momentos, México necesita “un verdadero estadista que tome medidas sensatas para conservar empresas y empleos, en lugar de tener como prioridad obras faraónicas y apoyos de subsistencia, que asuma el papel de Jefe de Estado por encima de su proyecto político personal”.

El señor De Hoyos ya puede esperar sentado, porque López Obrador sigue amachado en que, con todo y coronavirus, las pacas de dinero están garantizadas para el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas y ¡por supuesto!, su juguetito del Tren Maya.

El presidente no hizo mayor alusión a la necesidad de meterle el hombro ya no a los grandes tiburones empresariales –con justa razón, esos que se rasquen solos- sino a los pequeños y medianos, muchos de los cuales seguramente terminarán tronando en la crisis.

Total: quienes se queden sin chamba tendrán a la mano los generosos programas oficiales, como abrir caminos a pala y pico o sembrar arbolitos.

El problema es que una cosa es el discurso y otra la triste realidad de un presidente que siempre tiene “otros datos” porque vive en un país alterno: esta semana empezó a llenarse la boca diciendo que tiene todo listo para enfrentar la pandemia del coronavirus con recursos, hospitales y más médicos, mientras la Secretaria de Hacienda lo desmiente y exhibe que la salud de los mexicanos seguirá valiendo cuete a la hora de asignarle recursos.

Porque mire usted: en las previsiones presupuestales para el 2021 que la Secretaría de Hacienda acaba de mandar a la Cámara de diputados, 11 programas prioritarios en Salud contarían con 117 mil 103 millones de pesos, un aumento de apenas 0.1% frente a lo aprobado este año.

El único programa al que le subirían recursos es el de Vigilancia Epidemiológica, que pasaría de 550 a 650 millones de pesos, un aumento de 18.2% real, pero otros como el de medicamentos gratuitos, atención a la salud, fortalecimiento de la atención médica y prevención y control de enfermedades no verían aumentos el siguiente año.

En cambio y según los mismos números oficiales de Hacienda, el presupuesto del Tren Maya se multiplicaría por 10 entre 2020 y 2021, al pasar de 2 mil 580 a ¡26 mil 730 millones de pesos!, y el del Aeropuerto de Santa Lucía, que vería multiplicar sus recursos por 14, al pasar de mil 973 a ¡27 mil 574 millones de pesos en el mismo periodo.

¿Así o más claras las prioridades del señor Presidente? ¡Y en plena emergencia por una pandemia que en vez de aminorar está expandiéndose monstruosamente!

Con perdón de los defensores de oficio de Su Alteza Serenísima, ¿cómo creer su discurso amelcochado y machacón de que estamos bien y nos irá mejor, y de que nos preparemos para traer las espaldas amoratadas de tanto apretujón que nos daremos, festejando la sabiduría y la infalibilidad de El que todo lo sabe y todo lo puede?

¿Deveras cree el señor Presidente que será eterno el jarro de atole que tan generosamente reparte con el dedo, diciéndonos que así se caiga el mundo aquí no necesitamos ni a Dios?

Unos solidarios, otros gandallas

Ricardo Bours: ¿Así quiere ser Gobernador?
Entre las escasas líneas que López Obrador dedicó al sector empresarial lo único rescatable fue su reconocimiento a quienes “por voluntad propia” accedieron a suspender actividades y enviar a sus trabajadores a sus casas –garantizándoles salarios- para tratar de frenar el contagio masivo del coronavirus, pero hasta ahí.

Le faltó ser más justo para no echar a todos en el mismo saco del desinteresado y patriótico humanismo, porque en justicia también debió fustigar e incluso exhibir a quienes en plena crisis están exhibiéndose como gandallas y muertos de hambre.

En uno u otro calificativo debió enlistar, por citar sólo dos ejemplos, a Ricardo Salinas Pliego, su cuatacho magnate de TV Azteca y Elektra, entre mil empresas más, que hasta por oficio ordenó a sus trabajadores seguir laborando “porque México los necesita” –a riesgo de sus vidas- o acá más cerca a los Bours, dueños del emporio de Bachoco y monopolistas en la comercialización de pollo y huevo, entre otros productos, que están haciendo su agosto a destajo.

Nada más en el huevo, el precio de la cartera de 30 piezas ya anda rozando los 100 pesos, cuando ni siquiera tienen el pretexto, como antaño, de que se les dispararon los costos por alzas en combustibles, porque la gasolina está bajando, y no precisamente por méritos de López Obrador, como sin vergüenza alguna se lo adjudicó, sino por el pleito que se cargan rusos y árabes en el mercado internacional.

¿Con esa sensibilidad y solidaridad hacia sus semejantes quiere ser Gobernador Ricardo Bours Castelo?

En vez de pontificar en internet en desatada precampaña electoral con charlas desde la comodidad de su casa, debería interceder en su empresa familiar por sus paisanos, inmersos hoy en tiempos de zozobra, de perdida para que tengan a la mano un producto básico a un precio justo, no propio de gandallas que hasta de las desgracias sacan raja para seguir hinchándose los bolsillos

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