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Carrusel: López Obrador no sólo entregó Culiacán: entregó todo el país

El Presidente: En su peor ridículo
Poco habría que agregar sobre la vergonzosa forma en que los criminales doblegaron al Estado mexicano en Culiacán, el ridículo de López Obrador –a quien alcanzan como maldición sus feroces críticas del pasado- y la manifiesta ineptitud del pomposo e inepto “gabinete de seguridad”, de no ser porque el transcurso de las horas fue revelando una sarta de incongruencias y mentiras que dan dimensiones de verdadero espanto al asunto.

Por si algo faltara para jalar la atención por estos rumbos, en el epicentro del escándalo termina embarrado desde las cejas hasta los pies un sonorense, Alfonso Durazo Montaño, a quien sus porristas ven ya investido como próximo Gobernador del estado, por el sólo hecho de portar ahora la camiseta de Morena, como antaño portó la de PRI-Colosista y luego la de PAN-Foxista.

Los terribles hechos de Culiacán lo desnudan ya no como saltimbanqui de la política, sino como un inepto, a quien además el propio López Obrador exhibió como mentiroso.

Pero vamos por partes, como diría Jack El Destripador.

Con Culiacán convertido en zona de guerra, Durazo salió –desencajado y titubeante- a leer el cuento de que casi por accidente las fuerzas federales se habían topado en una casa con Ovidio, uno de los hijos del “Chapo” Guzmán, y que estalló la tracatera cuando los escoltas de éste arremetieron contra militares y miembros de la Guardia Nacional.

Al rato salió López Obrador a decir que los federales iban por él en misión específica para ejecutarle “orden de aprehensión con fines de extradición”, pero todo se les salió de control y se optó por recular, en una medida atribuida al gabinete de seguridad, pero avalada plenamente por el mandatario.

Alfonso Durazo: Exhibido como
 inepto y mentiroso

¿Mintió Durazo o está mintiendo el Presidente? A estas alturas da lo mismo, porque ambos terminan exhibiendo las torpezas, la ineptitud y la improvisación de novatos con las que se actuó, a sabiendas de los riesgos que implica una operación de ese tipo.

Y no precisamente porque Ovidio Guzmán sea un capo de capos, sino siquiera por el mero simbolismo de ser hijo de quien es, lo cual ya invoca la atracción de amigos y aliados de su padre que en cuestión de minutos convirtieron a Culiacán en un infierno. Y si eso fue capaz de provocar un cachorro, ¿qué no harán entonces verdaderos barones como “El Mencho” Oceguera o el siempre escurridizo “Mayo” Zambada, cuando una pandilla de ineptos y aprendices intenten echarles el guante?

Vistas así las cosas, vale más que a Durazo y a su gente ni se les ocurra repetir una torpeza de esas dimensiones. Porque si ahora prácticamente les quemaron una ciudad, hay otros capaces de incendiarles estados completos.

General Luis Cresencio Sandoval: 
Vergonzoso lavado de manos
Lo peor es que en el desgarriate no hubo ni a quién irle, porque en la misma rueda de prensa, el Secretario de la Defensa Luis Cresencio Sandoval tampoco tuvo empacho alguno en tragar camote a puños, al admitir muy orondo que “se desestimó el poder de convocatoria y la capacidad de respuesta de la organización delictiva para evitar el aseguramiento de Ovidio Guzmán López”.

Luego salió raudo para repartir culpas del mal trazado plan:
“Este personal, en un afán de obtener resultados positivos, actuó de manera precipitada, así como falta de previsión sobre las consecuencias de la intervención, omitiendo además obtener el consenso de sus superiores, es decir, del gabinete de seguridad”.

¡Un General declarando que ahora la tropa se manda sola! ¡Un General, supuestamente instruido en el arte de la guerra, admitiendo que no fueron capaces de armar bien un operativo para detener a un solo sujeto! ¿Qué sería de México si a éste tipo le tocara enfrentar guerrilleros o una invasión de ejércitos extranjeros? ¡Dios nos agarre confesados!

Eso sí: tuvo buen cuidado de señalar que la tropa en tierra tampoco tomó en cuenta “el consenso de sus superiores” ¡Bonita forma de lavarse las manos!

Yerro tras yerro, desvergüenza tras desvergüenza.

Seguramente con el paso de los días saldrán más detalles, a cual más de vergonzosos y aberrantes sobre la forma en que López Obrador, como Presidente y como Comandante en Jefe de las fuerzas armadas, rindió al Estado ante el poderío de los criminales, reculando y castrando a sus propias tropas, como ha venido haciéndolo desde que prácticamente le amarró las manos al Ejército exponiendo a sus elementos a la denigrante y sistemática situación de ser pateados, escupidos y desarmados, si no es que asesinados a manos de hordas de pelafustanes, sólo porque éste es otro gobierno que con el cuento de no reprimir, abdica de su obligación constitucional de garantizar la seguridad de los ciudadanos.

Y todavía, en vez de aceptar con humildad que en Sinaloa metió los pies hasta las ingles, Su Alteza Serenísima quiere apuntarse como mérito –con aplausos y matracazos incluidos- el hecho de haber abortado la operación más estúpida de cuantas se han ejecutado en materia de seguridad pública.

Sin duda, el caso Culiacán seguirá dando material para que corran ríos de tinta hasta que el Presidente de teflón salga con que “ya chole con eso, guácala, fuchi” y acuse hasta el cansancio a sus adversarios fifís y conservadores como culpables del demérito de una Cuarta Transformación que desde hace rato hace agua por su propia culpa, mientras sigue implorando a las mamacitas para que llamen al orden a sus descarriados hijos.

Eso y más viene, pero sería de miopes circunscribir la derrota del gobierno a la mera plaza de Culiacán, cuando lo que realmente evidencia la ineptitud y la cobardía de López Obrador y su equipo es que entregaron el país entero a los criminales, pues ya le agarraron la medida y sabrán cómo hacerlo recular en cuanto operativo “patito” se instrumente, hasta para detener a un mugroso carterista de Tepito.

Mientras tanto, “las benditas redes sociales” que tanto elogió el tabasqueño como su punta de lanza para alzarse con la victoria, se están encargando de hacerlo garras, pasándole la factura de la creciente decepción ciudadana. Si antes nuestros políticos eran cantera inagotable para caricaturas, ahora lo son para los memes, y López Obrador tiene rato llevándoselos de calle.

Por la misma vía circulan en forma masiva sus discursos de opositor profesional, especialmente aquél donde culpaba a Peña Nieto por la fuga del “Chapo” Guzmán, advirtiendo que México no merecía tan vergonzoso descrédito ni ser el hazmerreír internacional, como si no lo fuera ahora, pero con él en el poder y paradójicamente no con “El Chapo”, sino con uno de sus hijos.

O sus críticas al mismo Peña Nieto acusándolo de ser “el payaso de las cachetadas” por servir de tapete a los presidentes de Estados Unidos, cuando él encarna la versión actualizada y mil veces mejorada sirviéndole de chota fronterizo al pelo de cáñamo desteñido de Donald Trump.

A López Obrador lo alcanzó su pasado. El hombre anda tropezándose con su propia lengua, para decepción de quienes vieron en él al Mesías esperado.

Las chaquetas de Durazo

Decíamos arriba, estimado lector, que el caso Culiacán pone también en el ojo del huracán a Alfonso Durazo y sus pretensiones por alcanzar la gubernatura de Sonora.

Visto su desastroso papel al frente de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, cabría preguntarse qué méritos echará por delante para posicionarse y luego lanzarse al ruedo con posibilidades de éxito en dicha aventura.

Igual que a López Obrador –ya parece su clon hasta en la forma de hablar-, no se le cae de la boca que van por la ruta correcta para pacificar al país, cuando la ciudadanía ve y sufre todo lo contrario, y a escasos meses de que se abra el periodo preelectoral en Sonora rumbo al 2021, se ve cuesta arriba que a Durazo le alcance el tiempo para medio componer la figura, ni se diga ahora con el mega descalabro de Culiacán.

Para empezar, ¿con cuál chaqueta se presentaría ante el electorado sonorense?

¿Se proclamará Colosista y “heredero” de su manoseado legado, cuando después chaqueteó en el PRI para treparse al PAN con Vicente Fox, de quien fue Secretario particular, y de donde brincó al barco de López Obrador?

¿Se proclamará Morenista “químicamente puro”, con tales antecedentes?

En cuanto al discurso de campaña, ¿qué puede ofrecer a los sonorenses? ¿Seguridad pública, cuando acaba de protagonizar el más estruendoso fracaso de la Cuarta Transformación en esa materia?

En lo personal, confieso que la situación actual me deja lleno de dudas. Por eso, estimado lector, dejo a su consideración sugerencias para que si usted gusta, se sirva orientarme.

Respecto al posible eslogan de campaña o las porras en los mítines, ¿cuál cree usted que sería más conveniente para Durazo entre éstos?:
1.- “Durazo, Durazo, ¡garantiza reversazo!”

2.- “¡Alfonso Durazo, evade los trancazos!”

3.- “Alfonso, amigo, la clica está contigo!”

Ya picados y en la barra y con el antecedente de lo que pasó en Culiacán, seleccione usted la posible respuesta a la pregunta ¿quién cree usted que mandaría realmente en Sonora, si hipotéticamente ganara Durazo la Gubernatura?:

1.- Los delincuentes

2.- Los delincuentes, y

3.- Los delincuentes.

Que conste: los ejercicios son imaginarios…

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