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Carrusel: Mientras los problemas se acumulan, también AMLO acumula zafarranchos

 Carrusel: Mientras los problemas se acumulan, también AMLO acumula zafarranchos
El Presidente: A caballazo limpio

Mientras los problemas se acumulan, también AMLO acumula zafarranchos

Con perdón de los defensores a ultranza del nuevo gobierno, pero ¡qué peligroso el rumbo del discurso y las acciones que está tomando el presidente Andrés Manuel López Obrador!

Despiden un tufo a desorientación, a cerrazón y a imposición, si no es que a dictadura en ciernes.



Sin equilibrios, ensoberbiado, omnipresente y plenipotenciario, el Presidente habla, opina, enjuicia y decide en todo y sobre todo, sin trazas de escuchar ya no a sus asesores –si es que los tiene o si alguna vez los ha escuchado- sino al más elemental sentido común.

Conforme lo hace patina cada vez más, dejando chiquitos los esfuerzos de sus panegiristas por convencernos de que el suyo es un nuevo estilo -histórico e inédito, dicen- de hacer las cosas, y podríamos coincidir en que lo será la forma, pero el fondo que deja entrever, el del populismo irresponsable y el atropello de las instituciones, ya lo vio y lo padeció este país con altísimos costos en el pasado inmediato con Luis Echeverría, López Portillo y Salinas de Gortari, que ebrios de poder y perdidos en el culto a la personalidad terminaron por desbarrancar a México.


Parafraseándolo a él mismo cuando aplica bullying a sus críticos, “dicho sea con todo respeto”, pero el señor Presidente está gobernando a caballazo limpio, como si estuviera apurado por demostrarle a 30 millones de votantes que se equivocaron al elegirlo.


No hay día en que no haga gala de un autoritarismo que cada vez le allega más sospechas sobre su supuesta vocación democrática y su capacidad para gobernar, partiendo de que con sus acciones parece más encaminado a avalar la ilegalidad que las leyes que juró defender.


Acaba de dar otro ejemplo de ello con el madruguete de Semana Santa, cuando vía memorándum para Gobernación, Hacienda y la SEP prácticamente ordenó derogar la reforma educativa, mandando por un tubo el hecho de que carece de facultades para ello, pues éstas son exclusivas del Congreso de la Unión.


Ya le saltaron al ruedo especialistas del derecho -que seguramente pronto serán calificados de Fifís por López Orador-, entre ellos el Ministro en retiro de la Suprema Corte, José Ramón Cossío, advirtiendo que “El Presidente, con todo y que sea el Presidente, no tiene atribuciones para derogar ni una reforma constitucional, ni las normas legales que la desarrollan”.


Cossío afirma que por ello mismo, y por el hecho de que López Obrador juró guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen, el memorándum es fácilmente impugnable.



Olga Sánchez Cordero: ni siquiera sale al quite
Olga Sánchez Cordero: Ni siquiera sale al quite
Entones uno pensaría que mínimo la Secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero –por ser también ex ministra de la Suprema Corte-, le entraría al quite con razonamientos jurídicos en respaldo del Presidente, pero hace mutis, como lo hacen todos los de gabinete cada vez que López Obrador se trenza en zafarrancho, en una especie de Juan sin Miedo que confunde valentía con temeridad.

Difícil situación para la señora en vista de lo que señala Cossío, porque como titular de la Segob y subordinada del mandatario estaría obligada a acatar una orden que ella sabe es ilegal.


El que no se anduvo por las ramas fue el coordinador parlamentario del PAN en la Cámara de Diputados, Juan Carlos Romero Hicks, al anunciar un amparo contra la orden presidencial que de paso atropella la división y el respeto entre poderes.


“Es un ataque a la división de poderes, es la politiquería de manotazos; los funcionarios que acaten esa instrucción podrían incurrir en responsabilidad penal”.


¡Y claro que López Obrador no se quedaría callado! Reviró pronto y evidentemente fuera de sí:


“Callaron como momias cuando saqueaban y pisoteaban los derechos humanos y ahora gritan como pregoneros que es inconstitucional hacer justicia y desterrar la corrupción. No cabe duda que la única doctrina de los conservadores es la hipocresía. Son como sepulcros blanqueados”.


Fuera de sus ya conocidos epítetos, hacer justicia no es lo que se le cuestiona, sino la forma en que la visualiza y quiere aterrizarla. Encima, como le recuerda Romero Hicks, “México no necesita el burdo espectáculo de un Presidente peleándose con propios y extraños. Necesita resultados”.


Lamentablemente para López Obrador, esa es la imagen que gradualmente permea entre los mexicanos: la de un Presidente bravucón, presto y dispuesto a meterse en cualquier pleito de cantina o callejón, mientras los problemas siguen a la alza y él se aferra a seguir viendo por el espejo retrovisor para repartir culpas.


En cuanto a su concepción de impartir justicia sin necesidad de recurrir a las leyes (o por encima de éstas), no estaríamos muy lejos entonces de que el señor Presidente avale la Ley del Talión, aquella de ojo por ojo y diente por diente en el caso de los cada vez más frecuentes linchamientos callejeros de presuntos delincuentes, o de las masacres entre bandas criminales.


Con la misma facilidad con la cual ordena violar la Constitución, es capaz de justificarlas diciendo que todo es culpa de jueces corruptos, porque él ve corrupción en todos lados: como los señores no imparten justicia, el pueblo “sabio y justo” opta por aplicarla por mano propia.


¡Ah!, y que todo sigue siendo parte “del cochinero” que le dejó Peña Nieto.


Bonito remedio. Por eso ahora vuelve a resonar aquél grito de “¡Al diablo las instituciones”!, pero más amenazante y más peligroso que nunca…


Ninguna cifra cuadra…


Para colmo de males, el mundo ideal de López Obrador se le desdibuja en cuanto uno se topa con las cifras.



Jorge Ramos: Casi lo queman vivo
Jorge Ramos: Casi lo queman vivo
El periodista Jorge Ramos casi fue quemado vivo por sus seguidores cuando en una “mañanera” lo encaró y le mostró los números alarmantes de la violencia en su gobierno… pero nadie le reconoció que la estadística era de la propia Secretaría de Seguridad Federal.

Este martes se dieron a conocer más datos que seguramente también serán negados por el Presidente:


De enero a marzo se registraron 8 mil 737 víctimas de homicidio doloso, un 8.9% más que en el mismo trienio del 2018, considerado el año más violento, mientras que los delitos ligados al narco suben en 2019: extorsión (47%), ventas al menudeo (14%) y secuestros (45%).


Aún así, López Obrador insiste en que en seis meses bajará la violencia, una vez que estén en marcha todos los programas sociales de su gobierno, como si fueran varita mágica.


Lo mismo dijo sobre el problema del huachicol: que se acabaría repartiendo dinero entre las comunidades donde viven los “ordeñadores” de ductos.


Ahora se sabe, por datos del mismo gobierno, que tan sólo durante enero pasado los ladrones hicieron mil 342 perforaciones en ductos, un 45 por ciento más que en el mismo mes del 2018.


Como colofón, el INEGI informa que en marzo el desempleo aumentó a 3.6 por ciento, su nivel más alto en dos años, mientras la informalidad se ubicó en 57.1%


Luego, entre los detalles de una ligereza impropia de un Presidente al que se supone lo tienen bien informado de todo, está el caso de las estaciones de gasolina -que exhibió como si también fuera titular de la Profeco-, entre las cuales citó una de Tepache por vender el diésel más barato ¡cuando ahí no hay gasolinería!


Ahí sí que, literalmente, regó el tepache.


Con datos tan duros y desalentadores como éstos, ¿cómo festinarle al Presidente su desbordado optimismo, generosamente salpicado con fuertes dosis de sarcasmo y lapidarios ataques a sus críticos, cuando él mismo alimenta el sentimiento de que éstos tienen razón?

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