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Llevan, Corsas y DIF, espíritu de la Navidad a niños de la invasión Las 3 Reinas










La felicidad por los regalos, partir las piñatas y recibir los dulces, ayuda a olvidar, aunque sea por una tarde, las apremiantes condiciones en la que viven niños y sus padres
La alegría por la Navidad llegó a una de las invasiones más apartadas de Hermosillo: Las 3 Reinas. Ubicada en lo más alejado de la capital, al Sur –muy al Sur- Poniente, en pleno Monte, a donde se llega por zigzagueantes veredas, en medio de la polvareda que acompaña por todo el camino y que parece quedarse suspendida alrededor de las humildes viviendas.
Cientos de caritas sonrientes de niños y niñas estirando sus pequeñas manitas para alcanzar alguno de los regalos que se repartían, con el betún amarillo o verde brillante de los bollitos -cup cakes les llaman ahora-, en sus mejillas en las que también había rastros del queso  y aguacate del hot-dog que acababan de saborear.
Los rostros de júbilo, más de quienes habían tenido la suerte de haberse sacado una de las bicicletas que se habían sorteado. La felicidad se veía también en el rostro de las mamás al ver que los niños habían obtenido una de las preciadas preseas: Un juguete. De verlos partir la piñata o de que abrían gustosos su bolsita de dulces.
Fabiola Montoya, una de las mamás que se ganó una de las bicicletas, en los concursos organizados por el payaso Chavito, salió pedaleando -seguida de varios perros que parecían también celebrar la suerte de su ama- contenta en cuanto le entregaron el premio; pero ¿Cómo no? Si era para sus cuates, una niña y un niño que se pusieron de lo más feliz.
Thelma Gracia Ortiz fue otra de las alegres mamás que ganó otra de las bicicletas que se entregaron por sorteo. Uno de los papás que ni el nombre dijo, salió corriendo, pedaleando en una de las bicicletas que le tocó con el número afortunado de su boletito y que más tarde intercambió, con otro agraciado, por una más chica para su niño de 3 años.
El Colectivo de Reporteros Sonorenses (Corsas), encabezado por su presidente Alfredo Ochoa y demás integrantes, no pudo escoger mejor lugar para llevar una tarde de felicidad. En esta misión se contó con todo el apoyo del sistema DIF estatal y de su directora Karina Zárate Félix y del personal del organismo que atento participó en la organización de toda la posada.
En esta colonia, donde viven alrededor de 300 familias en situación precaria, sin agua potable, sin electricidad, casi todas en casas de lámina de cartón y si acaso con tablas de madera, contadas viviendas de material, en donde muchas de las personas sufren de privaciones, a veces por no tener qué comer, incluso hay quienes viven a la intemperie.
Doña Guillermina Romero, una gentil anciana, que a pesar de los problemas que vive a diario, compartía su entusiasmo por ver, feliz, las largas filas de niños formados para recibir sus dulces, bollitos y hot dogs, a pesar de que estaba cansada y por ello se sentó sobre la carreola de uno de sus nietos, “hacía años que no veía una fiesta tan grande”, dijo.
Y casi brinca de júbilo cuando se le llevó hasta sus manos una de las cajas con una despensa. Agradecida, sin ocultar su felicidad exclamó: “Mira, hasta yo toqué, ya ves” mientras aprisionaba el regalo con sus manos.
Una a una se fueron entregando las cobijas, primero a las personas adultas mayores, después a jóvenes madres que llevaban a sus bebés y pedían para protegerlos del frío: Así ¿Cómo negarse? Ante ese argumento tan convencedor y se les llevaba el cobertor hasta la carreola en donde dormía su preciado tesoro o lo tapaban en sus brazos.
Nancy González Velazco, una de las principales organizadoras de la posada, manifestó contenta que habían tenido fiesta en otras ocasiones, pero “nunca una de esta magnitud” al ver la fila de más de 400 niños y niñas; más de 160 adultos también se vieron beneficiados.
Esta posada fue de gran alegría para los niños, manifestó, porque normalmente llegan las ayudas, “pero no tocan para acá” –se quedan en otras colonias- y para ellos –los niños y padres- es un gusto que ahora se acuerden de ellos. “De esta magnitud es la primera –fiesta así-”, en esta invasión que tiene más de 5 años habían tenido fiestas que abarcaban 3 o 4 calles y ahora asistieron de 12, también de otras colonias.
“Es un gusto para nosotros como padres ver que nuestros hijos recibieron algo, es una bendición de Dios”, comentó al reafirmar que “los niños se sienten a gusto al ver que son apreciados, que fueron tomados en cuenta”. Los niños estaban ansiosos desde el día  anterior que se les avisó que les harían una posada, comentó la líder.
Al final, el entusiasmo de haber llevado algo de felicidad a uno de los sectores más apartados, invadido de necesidades. Porque no hay nada que recompense más que el agradecimiento reflejado en el rostro de los niños y de los padres que se despedían contentos mientras llevaban los hot-dogs y sus hijos los juguetes en sus manos.

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